Mi conclusión (Sobre la Cuestión del «Papa hereje») se fundamenta en las numerosas autoridades ya citadas, puesto que no invento nada, ni pretendo inventar. La evidencia ha demostrado, pese a cualquier objeción desinteresada y racional, que no se trata de una “postura sedevacantista”, sino de la conclusión de una exposición orgánica de la doctrina católica y de la historia eclesiástica. Los autores citados han demostrado la necesidad -y no una mera conveniencia– de esta conclusión para conservar la fe. Por exigencias prácticas me esforzaré en ser sencillo, usaré proposiciones breves y algún ejemplo. No quiero ser redundante. El Papa es un hombre elegido legalmente para guiar a la Iglesia. ¿El Parlamento italiano puede elegir al Papa? No, se trata de un Órgano que no puede ocuparse de la elección del Papa. Nos basta saber, en estas líneas, que rige el anatema que impide toda interferencia inadmisible de cualquier “poder secular” en la elección del Romano Pontífice (Profundizar en Sodalitium nº60 – Papa San Pío X, «Commissum nobis», 20 de enero de 1904, en «Tutte le encicliche e i principali documenti pontifici emanati dal 1740», Libreria Editrice Vaticana, Vol. VII, págs. 71-73, traducción al italiano de Ugo Bellocchi. Cito: «Nos, según el oficio a Nos encomendado y siguiendo las huellas de Nuestros Predecesores, después de una madura reflexión, con pleno conocimiento y con propia decisión condenamos (…) todas las intervenciones (del “poder secular”, ndR) y cualquier mediación, y establecemos que no sea lícito a nadie, ni siquiera a los gobernantes supremos de los Estados, interponerse o entrometerse con cualquier pretexto en el solemne procedimiento de elección del Romano Pontífice. (…) A nadie, por lo tanto, sea lícito violar o con temeraria osadía contradecir esta Nuestra prohibición, orden, declaración, restricción, disposición, amonestación, exhortación y mandato. Si de todas formas alguno osara contravenir lo dispuesto, sepa que atraería la ira de Dios Omnipotente y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo»). Para elegir al Papa son otros los hombres autorizados a hacerlo, que además tienen el derecho de designación. La Iglesia – tal como la conocemos – durará hasta la consumación de los siglos (cf. Mt., 28, 20), hasta entonces existirá un electorado con la intención de dar un sucesor a San Pedro. La Sede Vacante no interrumpe la sucesión, ni constituye el final de la Iglesia. Si esto no fuera así la Iglesia hubiera dejado ya de existir cada vez que muere un Papa y hoy deberíamos hablar -para usar la jerga informática – de “Iglesia 266.0”. El Papa puede ser elegido por el Cónclave o por una determinada Jerarquía eclesiástica de la que ya hemos hablado, en los tiempos y modos previstos por el derecho. El Papa ha sido constituido Cabeza visible de la Iglesia, por lo que su identidad debe darse a conocer, dado que la Iglesia se diferencia de las sectas esotéricas también por su eminente y constante visibilidad en el orbe católico. Jesús, de hecho, edificó la Iglesia para atraer a Ella el mundo entero (cf. Ef., 3, 6 sig.), no solo a algunos o a alguno. Las defecciones, los engaños impíos y los escándalos de gran parte de la Jerarquía católica no deben confundirnos, no deben turbarnos, ni debemos consentir sus iniquidades (cf. II Ts., 2) ni dejar de creer que la Iglesia ya no sea visible. Permanece válida la sentencia «Ubi Petrus, ibi Ecclesia». La Iglesia Católica no deja, por ello, de tener su Primera Sede en Roma, aunque estuviera ocupada por un propagador de herejías. Dios sabrá corresponder las buenas intenciones y las fervientes oraciones de quien trata de permanecer católico de verdad, íntegro, en un estado de gravísima necesidad. En caso de una defección generalizada dentro de la Jerarquía no es correcto hablar de “falsa Iglesia”, sino más bien decir que «los modernistas (los falsarios) se encuentran metidos en las venas y en las entrañas de la Iglesia» (Pascendi Dominici Gregis, Papa San Pío X). De hecho, sostener que Roma pueda ser la “falsa Iglesia”, significa adoptar las mismas, idénticas y condenadas proposiciones usadas por Lutero, Calvino y los demás principales heresiarcas. Si Roma se convirtiera en la “falsa Iglesia” hemos de suponer que la verdadera Iglesia debe estar en otra parte. ¿Dónde? ¡Puesto que el orbe católico no la ve y la Iglesia no puede ser ni invisible, ni una secta secreta! Por tanto, la proposición -en este sentido concreto- es falsa. El Papa no es elegido por el Espíritu Santo, sino por hombres. Obviamente el Espíritu Santo puede presidir esta elección, aunque la elección del Papa no es un acto que goce de una asistencia infalible. Puede ser elegido Papa solamente un sujeto de sexo masculino, bautizado, en edad de razón, sano de mente y miembro de la Iglesia (Colectivo humano). Puede ser elegido Papa incluso un laico, siempre que manifieste la intención de recibir el Orden sagrado. Lo explica mejor Pío XII: «Si (incluso) un laico fuera elegido Papa, no podría aceptar la elección sino con la condición de mostrarse apto para recibir la ordenación y estar dispuesto a hacerse ordenar; el poder de enseñar y de gobernar, como también el carisma de la infalibilidad, le serían concedidos al instante (por parte de Dios), incluso antes de su ordenación». ¿Un miembro de la secta de los anglicanos puede ser elegido Papa? No. ¿Un imán musulmán puede ser elegido Papa? No. ¿El cardenal que elige al Papa debe ser obligatoriamente sacerdote? No, nos basta recordar la figura del Cardenal Giacomo Antonelli, Secretario de Estado bajo Pío IX. Antonelli no había sido ordenado sacerdote. El abogado Teodolfo Mertel fue nombrado cardenal por el Papa Pío IX (Consistorio de marzo del 1858) y no era ni diácono. El Papa no gobierna la Iglesia en solitario, sino que es “uno con Cristo“. ¿Qué significa que el Papa es “uno con Cristo“? Nos lo acaba de recordar Pío XII: «(Habiendo cumplido con todos los requisitos) el poder de enseñar y de gobernar, como también el carisma de la infalibilidad, se los ha concedido Dios al instante». Quiere decir que el Papa – en cuanto Vicario de Cristo – es infalible de forma inmediata en la transmisión de la fe y de la moral (Cristo Maestro y Pastor), en el gobierno de la Iglesia (Cristo Rey) y en la santificación de las almas (Cristo Sacerdote). Os pido solo unos minutos más de vuestra atención. En el Papado debemos distinguir: 1) El hombre elegido Papa (actos humanos = elección y aceptación); 2) La unión de Cristo con el electo (acto sobrenatural = Dios le concede al instante el poder de enseñar y de gobernar, como también el carisma de la infalibilidad). Esta unión hace, de hecho, que el electo se convierta en Vicario de Cristo, sea verdaderamente Papa, sea Papa ante Dios y no solamente ante los hombres. Es decir, que sea verdaderamente Papa (siéndolo formalmente) y no solo en apariencia o en potencia (materialmente). Volveré sobre ello. ¿El Papa puede ser pecador? Sí, de hecho el Papa no es impecable y, probablemente, se confiesa como el resto de hombres. ¿Cuáles son las acciones que sobrenaturalmente Dios impide al Papa, sin que por ello constriña su libre arbitrio? Respondo – sintéticamente – que Dios sobrenaturalmente impide al Papa enseñar desde la Cátedra el error y el mal, promulgar leyes intrínsecamente malas, favorecer sacrilegios y aprobar leyes religiosas inicuas, ofrecer un falso culto a Dios, canonizar a los condenados, etc. (Para profundizar hacer clic aquí, se trata de un vídeo sobre la infalibilidad). Finalmente concluyo. El denominado «Papa hereje» – aquél que incumpliere lo permitido – no puede ser considerado verdaderamente Papa, no puede serlo, evidentemente, por vicio de intención. Debe ser juzgado por la Iglesia e ignorado por los fieles. Los autores citados nos dicen, con un consenso unánime, que sus actos son nulos. Aunque no pudiera constatar yo su herejía formal (puesto que la Iglesia todavía no lo ha procesado ni juzgado), fácilmente puedo deducir la existencia de uno o más vicios por la evidencia de los hechos (comparando su doctrina y su praxis con la praxis y doctrina católica). Debo concluir que, evidentemente, él no es “uno con Cristo“, de lo contrario (desde la Cátedra) no difundiría el error, no divulgaría herejías, no daría un falso culto a Dios, no tendría la intención de enseñar el mal como bien ni el bien como mal, no canonizaría a posibles condenados, no aprobaría falsas leyes religiosas, no pretendería promulgar leyes inicuas, y no cometería ni uno solo de estos crímenes contra la fe y contra la santidad y unidad de la Iglesia. Volvamos al vicio de intención que se prueba por el fuero externo. Ante Dios nada hay de secreto, incluido el obstáculo que presenta el denominado «Papa hereje». Vicio que puede ocultarse a los hombres, pero que es posible deducir por las consecuencias que acarrea. Por esta razón Dios no lo constituye Pontífice ante Él, aunque siga permaneciendo “Papa” ante los hombres, o al menos aparentemente, en cuanto elegido según la ley y a la espera de acontecimientos. El denominado «Papa hereje» (o mejor, “Papa solo materialmente”), puede libremente levantar dicho vicio o tales obstáculos y que su elección sea perfeccionada (convirtiéndose “Papa también formalmente”, y por lo tanto, Pontífice). Nos daríamos cuenta fácilmente ya que se retractaría de todas las cosas, de cada iota (cf. Mt., 5, 18 ss.) que no fuera católica. El denominado «Papa hereje» podría incluso mantenerse pertinaz, aún siendo juzgado y depuesto por la Iglesia, si se demostrara la pertinacia en un Concilio general imperfecto o en otro lugar previsto por el derecho. La deposición podría darse, pero podría también no darse y el susodicho moriría aparentemente “Papa“. Probablemente alguien peor que él intentaría incluso “canonizarlo“. El juicio y la deposición del denominado «Papa hereje» dependen de las intenciones del Cuerpo electivo y de una determinada Jerarquía eclesiástica: los últimos autorizados – lo hemos visto anteriormente – para restablecer, según el derecho, el ejercicio ordinario del Papado. Incluso si viéramos a la Virgen María ordenarnos, de forma abusiva, deponer al denominado «Papa hereje», sería obviamente un engaño (del demonio o de los hombres), dado que la Virgen María sabe perfectamente que: 1) Sin la autoridad del Papa es imposible garantizar la autenticidad de una aparición; 2) La deposición del denominado «Papa hereje» corresponde a la Iglesia jerárquica. La Virgen María no es, obviamente, una ingenua y, al contrario que muchos, no es una rebelde ni pretende inventar el catolicismo. Todos los autores han distinguido en el Papa el elemento sobrenatural (Carisma pontificio) de aquél estrictamente humano (hombre designado). Pongo un ejemplo y termino. No siempre los esposos lo son ante Dios. Si sus intenciones presentan algún defecto, decimos que constituyen un impedimento para la validez del matrimonio, aún siendo cónyuges ante los hombres, pero no ante Dios. Ahora bien, los cónyuges conscientes de dicha situación y asumiendo la gravedad del problema, pueden elegir entre perfeccionar el matrimonio, permanecer indiferentes o solicitar a la Iglesia la declaración de la nulidad (N.B.: hasta los años ’50 la Iglesia se esforzaba por sanar dichos matrimonios y raramente procedía con la declaración de nulidad – cf. «Discurso a la Rota», Pío XII, 3 octubre 1941). Hasta que se llegue a una conclusión permanecerán casados materialmente, pero no formalmente. Luego el amigo íntimo del esposo o la mejor amiga de la esposa, conociendo bien las reales aunque ocultas intenciones, haría bien en rezar por los dos concubinos exhortándoles a poner remedio. No encuentro, pues, un ejemplo más sencillo para concluir la cuestión del denominado «Papa hereje». A las distintas objeciones ya han respondido los autores en varios capítulos, entre éstos numerosos Pontífices y Doctores de la Iglesia. Para contactar con el autor clicar aquí. Para hacer un donativo clicar aquí. Sancte Joseph Patrone S. Ecclesiae, ora pro nobis.
Sobre la Cuestión del «Papa hereje»
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