Es el tránsito prodigioso de MaríaSma. en cuerpo y alma de la tierra a la vida celestial. Es un dogma de fe definido solemnemente por Pío XII en la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus” (1º Nov. 1950). La iglesia, desde los primeros siglos (V-VI), profesó pacíficamente la fe en la Asunción, como se deduce de la Liturgia, de los documentos devotos, de los escritos de los Padres y de los Doctores, de los votos enviados a la Santa Sede durante el último siglo pidiendo una definición dogmática. Esta fe secular y universal confirmada por todo el Episcopado en su respuesta a la Carta Apostólica “DeiparaeVirginis” (1º de mayo 1946) es el argumento fundamental de que se ha servido el Papa para ilustrar las razones de la definición, no pudiendo la Iglesia docente y discente engañarse creyendo como divina una verdad.
En el Documento Pontificio se procede con método regresivo de la fe actual de la Iglesia hasta la más antigua tradición y a la Sagrada Escritura, hablando, 1.º, de la Liturgia (templos, imágenes, oraciones, fiestas en honor de la Asunción con relativa oficialidad, de que son notables ejemplos el Sacramentario Gregoriano y el Galicano); 2.º, del testimonio de los Padres y de los Doctores (Ps. Modesto Hierosolimitano, San Germán Constantinop. y sobre todo S. Juan Damasceno entre los Padres; Amadeo de Lausana, San Antonio de Padua, S. Alberto Magno, Sto. Tomás y S. Buenaventura, S. Bernardino y S. Roberto Belarmino, S. Pedro Canisio y Suárez entre los Escolásticos, además de S. francisco de Sales y S. Alfonso; 3.º, de los fundamentos bíblicos, que se concentran en la idea de María asociada a Cristo Redentor en la lucha y en el triunfo sobre Satanás, de que se habla ya en el Protoevangelio (Gen.3); 4.º, finalmente, de las razones teológicas (armonía de los privilegios marianos, como la Inmaculada Concepción, la eminente Santidad, la Virginidad, la Divina Maternidad; la piedad filial de Cristo para con su Madre).
El Papa, aunque habla en la Constitución de la muerte de María, no hace ninguna alusión a ella en la definición. Sabido es que hay dos tradiciones, una favorable a la muerte de María (no por débito, sino por razón de conformidad con el Hijo), la otra favorable a su inmortalidad. En todo caso la muerte de María no fue, como la nuestra, acompañada de dolor y corrupción del cuerpo, sino que fue como un dormirse dulcemente para despertar en la vida gloriosa del cuerpo y del alma.
Del Diccionario de Teología Dogmática, de Piolanti, Parente y Garolafo, que en paz descansen. Barcelona: Editorial Litúrgica Española, 1955.
Documento gentilmente inviato dal Sig. Alberto Navarro